Psicólogo Consultor
Director del Grupo ALBOR-COHSUna de las cuestiones más frecuentemente planteadas por los Padres y Educadores de niños con Déficit de Atención con Hiperactividad es la relativa a la inteligencia de los niños hiperactivos. Habitualmente, estos padres y educadores informan sobre estos niños que son muy inteligentes -sin haber sido evaluada su inteligencia por método alguno-, pese a lo cual no progresan de manera adecuada ni en el ámbito escolar (bajas calificaciones o rendimiento escolar escaso o insuficiente) ni en el social (dificultades para hacer amistades y mantenerlas, rechazo social, discusiones verbales y peleas frecuentes,…)
Por otra parte, en la experiencia cotidiana del trabajo con niños con DAH hemos ido constatando la necesidad de valorar la inteligencia lógica de estos niños, a la par que su capacidad de atención sostenida (CAS) y su eficacia o calidad atencional (CA), como factores a tener en cuenta en el diseño de un Programa de Intervención Educativa Personalizado y Contextualizado.
Esta situación nos lleva a la necesidad de clarificar un poco la cuestión de la Inteligencia. En los últimos años, tras unas décadas de desinterés por las capacidades intelectuales, ha resurgido un interés generalizado por las mismas.
La popularización de conceptos nuevos como “inteligencia práctica”, “inteligencia social” e “inteligencia emocional”, a través de revistas pseudocientíficas, libros de divulgación, artículos en la prensa y conferencias impartidas por profesionales no cualificados (filósofos, sociólogos, economistas,…) o Psicólogos y Pedagogos no expertos, ha llevado a la problación general y a los profesores de educación infantil, primaria y secundaria a unas conclusiones erróneas e insuficientes sobre la cuestión de las habilidades y capacidades intelectuales.
En otro artículo hemos explicado de manera detallada el concepto y las clases de inteligencia (Inteligencia: concepto y clases) aquí vamos resumir lo allí expuesto.
La inteligencia es la capacidad para elegir el mejor modo de comportamiento en cada situación de la vida, con ayuda del pensamiento (de procesos cognitivos). Esto es lo que nos diferencia, de manera esencial, a los seres humanos de los animales. Sin embargo, no siempre que tenemos que elegir un comportamiento es imprescindible que “pensemos”. Activar el sistema cognitivo lleva tiempo y resulta costoso. Disponemos de un sistema mucho más económico para comportarnos en situaciones habituales: nuestros hábitos aprendidos.
En efecto, cuando realizamos un viaje en nuestro vehículo no estamos pensando constantemente en acelerar, frenar, girar el volante, …; tampoco cuando decidimos ver una película de vídeo en nuestro equipo u oír un CD de música nos ponemos a pensar en todos los movimientos que tenemos que realizar. Imagine que cada vez que vamos a abrir una puerta tuviéramos que pensar qué movimientos realizar con la mano…
En general, disponemos de un sistema de hábitos que se activan de manera automática cuando percibimos un contexto que nos resulta familiar.
Sin embargo, en cualquiera de estas circunstancias, si tras realizar algún movimiento o secuencia de movimientos, no se obtienen las consecuencias esperadas, sólo en tal caso, tenemos una reacción emocional de sorpresa, ira o ansiedad, que activa nuestro sistema cognitivo y nos prepara para “pensar y actuar”. En este caso, característico de toda situación novedosa o inesperada, es en el que podemos y solemos actuar con el recurso de nuestra capacidad intelectual.
Ahora bien, la inteligencia se considera una capacidad general, pero existen distintos tipos o clases de inteligencia o “procesos cognitivos intelectuales”.
Estos tipos de inteligencia son los siguientes:
Inteligencia lógica-analítica, consistente en la habilidad para establecer relaciones entre diversos elementos del contexto y, de ese modo, elegir un comportamiento que puede resultar eficaz. Es el mejor método para resolver situaciones novedosas.
Inteligencia práctica, consistente en la habilidad para encontrar la similitud o parecido entre un contexto actual y otro pasado, recordar el comportamiento que nos proporcionó éxito en el contexto pasado y decidir emplear el mismo comportamiento en la situación actual, esperando que nos proporcione otro éxito. Estos son unos procesos intelectuales que utilizan esencialmente recursos de memoria y no resulta útiles en situaciones novedosas.
Inteligencia creativa, consistente en la habilidad para encontrar soluciones originales e ingeniosas para resolver situaciones.
En muchos casos, los padres y educadores entienden que un niño es inteligente cuando perciben su destreza para resolver situaciones de su vida, bien escolares o sociales; sin embargo, no suelen darse cuenta de la clase de procesos cognitivos que emplean para encontrar esas soluciones y elegir el mejor modo de comportarse. Suele ser habitual que confundan una gran inteligencia práctica (una gran destreza en emplear los recursos de memoria) con la posible inteligencia lógica.
En ambos casos, se requiere “poner atención” en cantidad y calidad suficiente para poder comprender la naturaleza de la situación (contexto), analizando los diversos elementos que la componen, mantenerse reflexionando sobre los objetivos a lograr, recordar las posibilidades de que dispone y, finalmente, decidir el modo de comportarse.
Es decir que la capacidad para comportarse de manera eficaz en la vida, tanto escolar como familiar y social, se ve mediatizada por las destrezas y capacidades atencionales e intelectuales (en sus tres clases).
Por lo tanto, en el caso de los niños con DAH (hiperactivos), es comprensible que sus comportamientos sean con mucha frecuencia ineficaces, no tanto por un déficit intelectual, sino por el déficit de atención sostenida.
En general, la inteligencia práctica se desarrolla de un modo automático en todos los niños, incluidos los DAH, a diferencia de la inteligencia lógica y la creativa, que están relacionadas tanto con el mensaje genético, como con los procesos de adiestramiento en la primera infancia.
Por lo tanto, es esperable encontrar niños con DAH que tienen desde muy baja hasta muy alta inteligencia lógica; moderada o alta inteligencia práctica y escasa a alta inteligencia creativa.
En conclusión: la ineficacia en el comportamiento de los niños hiperactivos no se debe asociar en un principio a déficit de inteligencia, sino al déficit de atención sostenida (AS) que, en el peor de los casos lleva consigo un déficit en calidad o eficacia atencional (CA) (véase nuestro artículo: Déficit de Atención ¿qué es eso?).
Es la falta de atención, motivada por su condición biológica, la principal responsable de su falta de eficacia, su torpeza académica y social, ya que retrasa la adquisición de habilidades de reflexión: análisis de situaciones y toma de decisiones.
Ahora bien, indiscutiblemente, resulta imprescindible conocer el nivel de capacidad intelectual (inteligencia lógica) de cada niño con DAH, con vistas a diseñar un Plan de Acción y mantener unas expectativas realistas sobre su futuro académico y social.
Otra cuestión, no menos importante, en este caso para los Profesionales es la referida a qué pruebas son adecuadas (válidas y suficientemente fiables) para valorar la inteligencia lógica y la capacidad atencional de estos niños. En las últimas décadas se ha generalizado el uso de algunos instrumentos muy poco adecuados para la evaluación de estas capacidades. Por ejemplo, las Escalas de Wechsler (WISC) o el test de Terman para la inteligencia y los tests de Caras o de Percepción de Diferencias, para la Atención.
Una discusión sobre la inadecuación de estas pruebas se encuentra en otros de nuestros artículos (“La atención, esa desconocida. Cómo evaluarla” y “Errores conceptuales y metodológicos de la evaluación de la inteligencia con las Escalas de Wechsler”)
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